PERIODISTA IGNACIO CORTES MORALES>>
Por la libre 2139 del 26 de agosto el 2019 Por Ignacio Cortés Morales>>
- 1.- Los indicadores distintos>>
- 2- A clases>>
- 3- El tricolo>>
- 4-aby Bañón y sus videos>>
1.- Para los indicadores de siempre, los que dictan desde el extranjero los caciques de la economía, sin duda que la economía nacional está estancada, pero se olvidan de uno de los factores que ellos han preestablecido, una guerra financiera del gobierno de Estados Unidos contra el pueblo chino, lo que ha generado inestabilizad universal, por lo que se respira la recesión, pero el lenguaje prianfifí es distinto ahora a lo que se especificaba en la era del neoliberalismo, en donde siempre se culpó a los agentes externos, lo que no eran sino argumentos para justificar la incapacidad del régimen para resolver lo interno, era la falsedad, era cubrir el latrocinio de que fue víctima el territorio nacional, lo rapaz, la burda esencia de los traidores que estaban dispuestos a entregarlo todo al extranjero, y no lo hicieron porque les faltó tiempo, que si se les deja un sexenio más, lo harán estos señores del cinismo, los mismos que ahora sesgan la información y la dan para generar inquietud, y le hacen boquetes al barco en el que vamos todos; lo que sea para dejar la impresión de que este cambio fue fatal, y que lo mejor es el regreso de la derechización.
Añoran el poder y sus privilegios; se les hace imposible que ahora se atienda la política social; no lo pueden entender; siempre pensaron que nada cambiaría, que serían igual las cosas por siempre; creyeron los prianfifís que serían los perennes sirvientes del capital nacional, pero, sobre todo del extranjero, a cambio de migajas, de que algún día fueran a sus fiestas, serían los invitados, aunque ya en ella sean mal vistos, al fin sirvientes, pero, al regreso, hablarían de que fueron tratados con preferencia; vean los videos de EPN al estar en los organismos internacionales, los de la macroeconomía, los sátrapas, los que viven en la opulencia gracias a la explotación sempiterna de los recursos de los países del tercer mundo, llevándose sus riquezas, dejando pobreza, prostitución y muerto, y no sería posible sin dos elementos: el malinchismo y la corrupción; sueño de grandeza de los sirvientes, aunque ellos creen que son los patrones y son independientes; ingenuos.
Ellos quieren y están en el tenor de hacer todo lo posible para que fracase este gobierno, y están dispuestos a apelar al guaidoísmo y al bloqueo extranjero; no están jugando; en el régimen actual están perdiendo cada segundo millones de dólares, y aunque lo que les sobra es dinero, no necesitan un centavo más, su voracidad sin límite ahí está, más fuerte
Ahora se privilegia a los niños y los jóvenes, la equidad, la política social, la justicia.
Los precios del petróleo por encima de lo previsto, la inflación controlada, la gasolina y el dólar en mejores condiciones que cuando se llegó al poder, el pueblo no se raja y está con su presidente; pronto vendrán los cambios en los sindicatos y el charrismo sabe que si no pacta, perderá todo porque viene el voto libre y secreto, y acude al gatopardismo, pero le salen las orejas, no puede ocultarse del todo, además de que los trabajadores han tomado conciencia de que si el cambio no se da ahora, no será sino dentro de 50 añitos.
La derecha acecha, quiere regresar al poder para volver a medrar; allá el pueblo si lo deja; en Brasil se le dio la espalda a Lula, y vean cómo les está yendo con el fascista; en Argentina regresa la cordura con Kirchner, Evo Morales adelante, Maduro está firme; en Ecuador pueden regresar los progresistas; Uruguay no retrocede, ¿y México, a poco se le va a regresar el poder a la derecha?; se me hace que no, que fracasará en el 2021.
2.- A clases, aunque en no pocas primarias no se tendrá la plantilla completa; por errores y venganzas el personal de Isabel Téllez, no resolvió a tiempo; sin soluciones, los pretextos. Escuelas con más docentes que alumnos y en otras faltan los maestros.
3.- El tricolor en la entidad no existe, ¿qué espera Alejandro Moreno para poner orden?; ahí tiene a Jorge Schiaffino, quien puede hacer alianzas e iniciar la reconstrucción ahora.
4.- Pronto el estreno de un nuevo video de Gabriela Bañón, filmado en Cuautla. Gaby está perdiendo la batalla; no es a gritos y sombrerazos ni los videos; trabajo serio, señora
Por la libre 2138 del 25 de agosto el 2019 Por Ignacio Cortés Morales
1.- No te esperaba… ya
De seguro viene por el empleo. Pues va a tener que esperar. Llevo media hora y el gordo ese no aparece, dijo C, viendo llegar a S, quien le pregunta a qué gordo se refiere; “pues al licenciado, el jefe de la oficina, el viejo”; tiene razón, señorita, es un viejo; bueno, no es para tanto, habló un poco divertido, y se sentó al lado de ella, una joven impaciente que veía el reloj con frecuencia, y él iba a continuar cuando la secretaria “señor…”.
C se levantó casi furiosa, “óigame no, señorita, yo llegué primero. ¡No pasará él antes!”.
Señorita, dijo la secretaria, el licenciado es quien le va a atender. C no sabía dónde meterse, se apenó, “perdón, perdón, ¡qué impertinente!. Si usted no está tan viejo… perdón… si es usted casi un joven. Disculpe, ya no sé ni lo que digo. ¡Qué vergüenza!”.
No tiene importancia, respondió él, quien le indicó el camino a la oficina, y ya dentro, se trata de ser mi secretaria; B se casa en dos semanas y se irá. Sigo con la esperanza de que regrese pronto. Es eficiente. Se sintió lo incómoda de la situación, por lo que ahora él tuvo que disculparse. “No se apure licenciado; es natural, la señorita trabaja con usted desde hace mucho, pero no lo voy a defraudar si me da el trabajo. Tengo experiencia”.
Quisiera, dijo él, que iniciara mañana, que le pase la estafeta B para que, cuando se vaya, esté usted interiorizada en el trabajo; clientes, teléfonos, dependencias, todo. Aquí no hay cabida al mañana, se tienen que resolver asuntos importantes en el instante; lo debe saber. La exigencia es al máximo. Hay un horario, pero llega a alterarse; se pagan las horas extras, y se presentan de un instante al otro; así que si quiere y puede, el lugar es suyo, determinó, al tiempo que llamaba a B, que entró enseguida. La señorita tomará el puesto a partir de mañana. Déle a conocer todos los secretos en estos días, mientras usted se nos va. “¿Y qué pasará con las demás, las otras solicitudes?”. Déle las gracias, sin más. Pase con ella para que le dé las generales y ya mañana se presenta. Bienvenida.
Al ponerse de pie tiró su bolsa y algunas cosas cayeron. Él ayudó, y al final las llaves. “Perdón por la torpeza. Mis llaves. Gracias licenciado, si no, no podría entrar a casa; mi mamá fue a su pueblo”, lo que para él no pasó inadvertido: ¿soltera?; ¿qué le importaba?. No quiso encontrar respuestas, pero apenas se fue llamó a la secretaria; ¿le pidió las redes sociales que utiliza?. “Sí señor, como se hace siempre, aunque se ve normal; quiero decir, sin nada; un tanto locuaz e impertinente, pero hasta ahí, ¿no cree licenciado?”. Él lo reafirmó. Déme sus redes, por favor, yo lo voy a checar. “Sí señor, lo iba a hacer en un momento, hay cosas que urgen”. No se apure; déme el dato, por favor.
S se dispuso a meterse en las redes, llenas de frases de aliento, poemas, expresándose sin majaderías; asuntos de trabajo; fotos familiares. No había esposo, ni siquiera novio; al menos nada importante porque no había nada en ese sentido. Algo le había pasado, aunque en el resto del día no se volvió a acordar del incidente; el trabajo, de verdad, era intenso como se había comentado, así que a seguirle sin pausa; la exigencia era mucha.
Al día siguiente llegó él como a las diez; apenas un buenos días y entró. Llamó a la secretaria y pidió algunos expedientes. Se los llevó C; apenas le vio porque atendía una llamada. Señorita, falta un expediente que le pedí. Volvió a entrar C. Gracias, dijo él que quiso llamar la atención, pero se contuvo. Está empezando, se dijo, pero sí un gracias.
“Disculpe señor, perdón”. No se apure, irá aprendiendo. La vio salir, la siguió, y cerrada la puerta, la tenía, se sonrió. Le parecía divertida, ingenua, torpe, pero había potencial.
B se casó, el lugar no interrumpió el ritmo de trabajo, C ya manejaba la oficina, los teléfonos, a los clientes por su nombre y a S con cortesía; ya no se equivocaba en los expedientes; tenía iniciativa, se atrevía a sugerir, por lo que pronto se tuvo que contratar a alguien para funciones secretariales, C empezó a acompañarle a las reuniones, se le dio una oficina contigua, y la tarea de S se sintió aliviada; ella era de gran utilidad, por lo que firmaba con seguridad porque ella había revisado los papeles; eso le dio confianza.
C, venga a mi oficina, y al llegar, tenemos trabajo, se tendrá que quedar; la secretaria también, dígaselo. Necesitaremos estos expedientes para estudiarlos, por favor.
Como a la una de la mañana se había terminado. Pues bien, gracias; nos vemos a las diez. “Si señor”, respondieron las dos mujeres que guardaban los materiales empleados en esa velada que había sido pesada por los tantos indicadores atendidos, y salieron. Él pareció recapacitar en algo, después de la llamada para que le prepararan algo ligero, y es que no sabía en qué se irían ellas, por lo que, llamó a la entrada; le preguntó al guardia por ellas y dijo que esperaban un taxi. Que me esperen, yo las llevaré; salgo ya.
Sacó el auto, se bajó y estaban tomadas las posiciones, la secretaria atrás y C adelante, abrió la puerta, entraron y luego él. La secretaria bajó primero, C siguió, y al llegar él bajó primero, abrió la portezuela, le extendió la mano, cerró, le pidió la llave del edificio de departamentos, le acompañó, y una voz por dentro, “¿eres tú, C?. Qué bueno que ya llegaste”. Aquí está su hija, señora, “licenciado, no se hubiera molestado; perdone que no pueda salir, pero gracias”. No se apure señora, será otro día. C guardó silencio, lo veía, y él, al despedirse le tomó la mano, un momento, un momento más, y un gracias cálido, con afecto; ella entró, se recargó en la pared, miró su mano y la fue acercando a los labios y los tocó, casi en éxtasis, y así se mantuvo hasta que “acuéstate; mañana tienes que ir a trabajar temprano y ya es muy tarde”, “sí mamá”, dijo ella, saliendo de su letargo, de su instante de nubes que le llevaron a la felicidad como nunca.
Al día siguiente al trabajo y, a la hora retirarse, vamos les invito a cenar, se cerró el negocio, gracias al trabajo de anoche. Fueron a cenar, con la advertencia de la secretaria que tendría que retirarse pronto para ir a casa, que su novio pasaría por ella.
Después de la cena, él la llevó a casa. La plática y el vino había hecho su parte, pero él se resistía; ¿para qué intentarlo?; abrió la puerta del edificio, subieron. Ella le dio un beso furtivo en la mejilla y entró apresurada. Él aguardó, se tocó la mejilla donde instantes antes los labios de ella habían dejado un sentimiento. Se recargó en la pared, algo estaba pasando, pasando quizá desde que conoció a C, pero se había empeñado en anular cualquier situación fuera del trabajo. A su edad, con una jovencita ventiañera, hermosa, morena de ojos grandes, cabello negro que enmarcaba a la perfección un rostro inquieto, bello, fino, labios de líneas suaves y una nariz justa para hacer de todos los elementos la cara de ensueño para cualquiera, pero se reiteraba, no para él, casi un viejo, con grandes deseos de vivir, de caminar, pero la edad ahí estaba, imposible de evitar.
A la hora de la comida del día siguiente, señorita C, necesito tratar un par de asuntos con usted, por qué no vamos a comer y ahí platicamos porque tengo hambre; ¿usted no?.
“Sí licenciado, la verdad sí”. Entonces no se diga más. Lleve la computadora, por favor.
Empezaron a hablar del trabajo, para dar paso a la comida y tomar otra media hora para la labor, pero después, cierre la computadora; hábleme de usted, quién es, qué hace, su mamá, hermanos, en fin; “licenciado mi vida es como la mayoría, he tenido que trabajar desde muy joven, trabajar y estudiar porque la pensión de mi mamá, usted sabe cómo son, no alcanzan para nada”. Usted lee, “un poco; me gusta”; ¿y el amor?. “No, licenciado, el trabajo y el estudio, y ahora el trabajo, no dejan lugar para más. No quiero hablar de ello, por favor”. No se apure, lo entiendo, ¿alguna mala pasada, un desengaño?. “No licenciado, nada de eso, pero es que, en ocasiones, el amor se tiene tan cerca, pero se ve tan lejos que es imposible”. En sus ojos algo, una ¿lágrima?. Algo.
Él se dio cuenta y desvió la conversación. ¿Qué eran esas palabras?, ¿qué significaban?.
La tarde pasó, y como a las siete, “¿licenciado, no regresaremos a la oficina?”. Sí… pero hasta el lunes. Tomamos una copa más y nos vamos, ¿le parece?. Así fue, salieron apenas pasadas las ocho, bromeaban durante el camino. Abrió la puerta del edificio y subieron. Detrás de la puerta, “deja que pase el licenciado, por favor”. No señora, no quiero ser impertinente. Le agradeceré otro día, “cuando guste, es su casa”.
Al día siguiente, sábado, como a las 11. ¿No interrumpo, señorita C?. “No licenciado, dígame, ¿qué se le ofrece?, ¿qué necesita?”. Me mandaron dos boletos para el teatro, no sé si pudiera y quisiera acompañarme. Una bomba, se quedó sin habla; perdone, señorita, no se apure, será en otra ocasión. “No, perdón. Acepto, sí acepto”, lo dijo de corridito, como aprendido de memoria, como si lo tuviera preparado, llegado el momento, pero, cuando llegó, el nerviosismo, cortó el habla. Paso por usted como a las seis, ¿le parece bien?. “Sí, estaré lista”. Colgó el auricular; “¿Será…?”.
En punto de la hora, tocó la puerta, impecable. La señora abrió la puerta, amable, “pase licenciado, pase. Esta niña. C, te hablan, por favor; llevas horas arreglándote, ya llegó el licenciado; no es correcto que lo hagas esperar”. En su interior, S, sintió bien, “horas arreglándose”, quiere decir que le dio importancia a la cita; no sólo no se le olvidó, sino que le dio importancia. Fue su prioridad todo el día. No cabía de gusto, tanto que casi abraza a la señora, que le invitó a pasar y a sentarse. Le ofreció algo de tomar; agua, por favor, y al entrar C, él se puso de pie y en el intento, tiró lo que llevaba en la mano, una orquídea. La tomó del piso y se le dio. Flores para las flores, belleza para la belleza, y ella estaba hermosa; la bella chica de oficina ahora en grado superlativo, mujer lista para una cita trascendente, importante; no era una cita, era la cita, la única hora de su existencia, con el maquillaje sencillo, sutil, y el vestido azul, sobrio que le venía excelente, una segunda piel que le acomodaba de ensueño. “Gracias, licenciado”, le dijo ella al recibir el presente, justo cuando entró la mamá, con el vaso con agua.
Señora, su permiso para que después del teatro vayamos a cenar. “Ella sabrá, licenciado”; C se sonrojó, pero poco a comparación de lo que quedó cuando su mamá se acercó y le dijo a S, “licenciado, yo ya estoy vieja, sólo le pido, de favor, no la vaya a hacer sufrir. Usted, se ve, es gente de respeto. No juegue con ella”; “mamá, por favor, el licenciado es mi jefe, ¿qué va a decir?”. Señora, no se preocupe, cuido de su hija; le tendrá de regreso apenas cenemos. Si no lo toma a mal, nos tenemos que ir, el teatro nos espera. “Adelante, licenciado, usted perdonará, pero C es mi única hija”. Consciente estoy, trato con dos grandes damas que merecen todo mi respeto. No se apure, permiso
En el teatro, él repasó la escena con la señora, ¿qué le había dicho ella?, o ¿qué había inferido su mamá?; le agradaba, “llevaba horas arreglándose; no vaya a jugar con ella”. Le alentaba en sus sueños y se los permitía (¿?). ¿No me estaré equivocando?, pensó.
En la cena, todo versó sobre la obra; el lugar romántico, la música inició, él la invitó a bailar. La tomó. Es usted una mujer hermosa. Ella sonrió, como respuesta. La acercó y ella se dejó llevar. ¿Le puedo decir algo?, adelantó él con timidez, como queriendo que no le oyera, sólo lo suficiente, animado por el arreglo de horas. Ella aguardó un segundo, sabía lo que vendría; dependería de lo que ella respondiera; había que elegir bien las palabras para que fueran el puente esperado. “¿Está seguro, licenciado?”; no esperaba precisamente esa respuesta; sólo un sí o un usted dirá, pero no “¿está seguro, licenciado?”. ¿Ella lo sabía, lo esperaba, lo deseaba?. Recobró el aplomo. La pieza musical estaba por terminar. C, me estoy enamorando de usted. “¿Por qué has tardado tanto?”. La música había terminado, las parejas dejaban la pista, sólo ellos se quedaron, metidos el uno en el otro. ¿Qué me respondes?. Le tomó ella el rostro y con suavidad enamorada, lo besó; él la abrazó, la hizo para sí, contuvieron la respiración, el beso fue cortado por el aplauso de la concurrencia. Se separaron, apenados y caminaron a la mesa para pedir la cuenta y salir. Una pareja se acercó a la mesa: “están hechos el uno para el otro. Se estuvieron buscando, se encontraron. Felicidades”. No dijeron más, si se dijera que se esfumaron, estarían en lo correcto, los dos ya no estaban, pero ellos, S y C, en su burbuja de amor.
Al llegar al departamento, antes de entrar, después de decir que no esperaba nada de la vida, no te esperaba ya, él se dio cuenta de la realidad; soy casi un viejo, podría ser tu padre; “no sigas, por favor, si insistes vas a salir con que podrías ser mi abuelito”. Lo besó. “Somos tú y yo, la edad es un factor; nuestro amor el elemento. Ocupémonos de alimentarlo. Te quiero a ti, con tu firmeza de la que me enamoré. No tengas dudas. Todo este tiempo pensé las cosas, y esperaba que se diera esto, lo deseaba. No sé desde cuándo te amo, pero fue hace mucho, y llevó la cuenta de todo. No me falles, no dudes, ámame, hazme tu mujer. No te pido que nos casemos, ni que vivamos juntos; eso el tiempo lo decidirá. Soy de ti; sé tú de mí, ¿o ya te arrepentiste?”. No, de ninguna manera. Te amo. Gracias por aceptarme, y la besó. No te esperaba… ya.
La señora salió. Amo a su hija, señora. Los abrazó. “Pero no llores, mamá”, “¡qué va!; estoy feliz. Licenciado, ahí está su mujer. Hija, aquí está tu hombre. Ámense, sean felices”, y se metió, los dejó, dejó prendida la esperanza de un sueño feliz que su hija y S lo tenían en el rostro, como reflejo interior.