COLUMNISTA GERARDO FERNANDEZ CASANOVA>>
UN NUEVO ESFUERZO EN BUSCA DE LA IDENTIDAD>>
Gerardo Fernández Casanova>>
El Presidente López Obrador pone una pica en Flandes para sangrar los humores malignos en México. Se pretende crear una narrativa de los acontecimientos que, habiendo sido brutales, tuvieron la trascendencia de parir una nación; fusión inconclusa y soterrada de vertientes que convergieron en un raudal de enormes accidentes. Nación que es hilo de madeja deshecha sin cuidado, en las que se forman nudos que impiden su reconstrucción o su tejido. Mucho tiempo transcurrido en busca de una identidad que se nos escapa en cada nueva modernidad que nos ilusiona o se nos impone. Una sociedad fragmentada refractaria a los valiosos intentos por darle identidad, el más luminoso de ellos el que llevó a José Vasconcelos a significar el lema universitario: Por mi raza hablará el espíritu.
Pedir a la monarquía española y a la más alta jerarquía católica una señal que implique su reconocimiento de la atrocidad de su irrupción en las culturas originales es sólo encontrar los hilos por donde desenmarañar la madeja, incluyendo el reconocimiento de sus aportes afirmativos, para dar pie a la construcción de una nueva armonía y una identidad que aflore. México lo necesita con urgencia para dotar de salud a su existencia como Nación.
López Obrador convoca a que con la más amplia participación se debata y se oreen posturas muy contradictorias, no para crear una historia oficial y única –frustrado esfuerzo de dos siglos- sino para que salgan del closet atavismos y sofismas y pueda lograrse la ansiada coherencia y se privilegie la herencia del amplio abanico de fuerzas que nos han formado. Es indudable que la cultura de los vencedores es la que aún nos caracteriza de manera mayoritaria, aunque esconda de manera vergonzante su origen. Tampoco se puede dudar de la enorme riqueza conservada en los pueblos que han resistido 500 años de dominación y que hoy irrumpen con vigor en la exigencia del
reconocimiento de su derecho ancestral y su decisión de ser protagonistas de una nueva manera de ser una verdadera Nación.
No se puede seguir simulando: una independencia consumada por quienes la combatían; una expulsión de toda hispanidad incubada en quien, ya entonces, pretendía ser el nuevo hegemón mediante la insidia de James Poinsett; una dictadura de veleidades, en veces liberal y en veces conservadora, pero siempre dispuesta a la traición, culpable de la pérdida de más de la mitad del territorio; una iglesia poderosa dueña de vidas y haciendas, empeñada en mantener lo conquistado con la espada y amparada en la cruz; una secta de conservadores vencidos que acudieron indignos a pedir un príncipe europeo para gobernarnos; en fin una serie de vicisitudes que llegaron hasta una caterva tecnocrática que practicó el vil desmantelamiento de la Nación. (Continuará).
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