EL DOMINGO.>> DURANTE LA MISA CATÓLICA DE ESTE DOMINGO PRÓXIMO PASADO.

EL DOMINGO.

         Dos imágenes son las que predominan para hablar de Israel: La higuera y la vid. Jesús utiliza hoy la figura de la vid para dirigirse a sus discípulos. A lo largo de las Escrituras, el pueblo vine identificado como una viña: Israel es la viña del Señor. Por eso en la entrada del lugar sante, en el Templo de Jerusalén, había una imagen de una vid; también en el candelabro de los siete brazos, distintivo de Israel, aparecía en ocasiones una vid entrelaza. Evocando ese rasgo de identidad de Israel. Jesús utiliza la misma   imagen para presentarse en comunión con su Padre celestial y con sus discípulos.

             Pero hay algo llamativo que Jesús añade: dice que Él es la vid verdadera, lo cual indica que hay una que no lo es. Esto evocas lo que dice la propia Escritura: Yahvé esperaba frutos  buenos de su viña, a la que había cuidado con esmero, pero sólo obtuvo de ella uvas amargas, es decir, iniquidad en lugar de justicia, alaridos en vez de honradez. Y ante esto, Jesús se propone como la vid verdadera. La que sí produce los frutos buenos.

               Tres elementos intervienen para que esta vid sea la Verdadera: la parra por sí misma, los sarmientos y el viñador.  Jesús es la vid. La cepa de donde brotan los sarmientos. El mismo no produce las uvas, sino que lo hacen los sarmientos., es decir sus discípulos; pero Él es quien da la savia, su Espíritu Santo, para que los sarmientos produzcan el fruto esperado. Así, la Consigna de Jesús a los discípulos resulta clara: para producir buenos frutos, hay que permanecer en Cristo. La tarea de los discípulos es producir frutos buenos; la condición es estar cerca de Jesús.

              El trabajo del Padre celestial es el viñador, es cortar y podar: poda en nosotros todo lo que nos impide producir frutos; y corta lo producido, para que genere más. Y la herramienta con que realiza ese trabajo en nosotros es su Palabra, que penetra hasta lo más profundo del alma, que corta como espada, que edifica e ilumina. En el fondo Es un misterio de comunión que cada uno de nosotros comparte con Jesús y con el Padre Celestial. Permanezcamos ahí.

 

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